Si normalmente se suele asociar el sufrimiento de la migraña al dolor intenso, las náuseas, y la incapacidad de llevar una vida social normal, también hay que tener en cuenta que el miedo constante al siguiente ataque de migraña influye decisivamente en el sufrimiento del paciente: El conjunto de estas experiencias producen un estado de estrés que con el tiempo agota al paciente, reduciendo su resistencia hacia las adversidades de la vida. Esto puede llevar a un estado de depresión y congoja, que a su vez tiene repercusiones negativas sobre la enfermedad.

Desde este enfoque, podemos observar 2 condiciones que deben juntarse para que se produzca un ataque de migraña:

Primeramente, debe haber un detonante. Como detonante entendemos un factor ambiental, que desencadena en el cuerpo un estado de estrés más o menos intenso. Tales detonantes pueden ser de naturaleza muy diversa:

Puede ser un factor claramente físico…

  • La ingesta de un alimento mal tolerado (el más frecuente: el alcohol, pero también puede tratarse de intolerancias a la lactosa, o a gluten, por nombrar los más comunes).
  • Un trauma craneal, del que a veces solamente queda una cicatriz, un tejido fibrilar, el cual si cura mal, crea un tejido fibroso que puede ser el origen de la dolencia.
  • Una reacción hormonal: Muchas mujeres sufren los ataques de migraña alrededor de la menstruación, y frecuentemente, los ataques se reducen o incluso desaparecen en la menopausia. En otros casos, la migraña se inicia durante la menopausia.
  • El cambio del tiempo: el aumento o la reducción de la presión ambiental, las variaciones de temperatura, e incluso los cambios de la humedad atmosférica pueden crear estrés en personas meteorosensibles.
  • Irregularidades en el sueño: La falta continuada de sueño puede ser un detonante para la migraña, pero también se observa que un exceso de sueño puede tener el mismo efecto.

… y puede ser un factor emocional:

  • Una situación laboral incierta
  • Un conflicto personal a nivel familiar o laboral
  • Una sensación continua de miedo, angustia, o ansiedad.

Generalmente no suele darse un solo detonante, sino un compendio de diferentes factores que se juntan a la hora de producir el estrés corporal.

En segundo lugar, debe haber la predisposición del paciente a sufrir migrañas. Mucha gente sufre de los detonantes arriba descritos, sin llegar nunca a sufrir una migraña. Todavía no se sabe a ciencia cierta por qué unas personas sufren migraña (alrededor del 10% de la población en Europa) y otras no. Tampoco se ha acabado de definir con claridad qué pasa exactamente durante un ataque de migraña. Existen varias hipótesis (la teoría vascular, la teoría neurogénica, la teoría de la hiperirritabilidad), las cuales intentan cada una explicar el origen de la dolencia y encontrar un tratamiento ateniéndose a los factores fisiológicos descritos.

Sin embargo, lo que sí se puede determinar con claridad, son tres factores físicos comunes en todas las personas que sufren migrañas:

  1. El paciente presenta un agotamiento general, marcado por un nivel energético bajo.
  2. El estrés físico creado por los diferentes detonantes, lleva a restringir la respiración y a tensar el cuerpo, especialmente en la zona de la espalda alta, los hombros y la nuca. El paciente reduce el flujo sanguíneo hacia la cabeza, y aumenta su susceptibilidad hacia el dolor.
  3. El paciente presenta una hipersensibilidad en la superficie del cráneo, frente, y zona alrededor del ojo afectado; el tacto en puntos específicos genera un dolor y una experiencia muy parecida a la migraña.

Obviamente, el primer paso para el tratamiento de migrañas será investigar los diferentes detonantes y, una vez determinados, actuar sobre ellos.

Sin embargo, cuando las detonantes no son claros, o no se puede actuar sobre ellos, proponemos el siguiente tratamiento de la migraña.

Trabajamos en 2 líneas paralelas:

  1. Mejorar la condición física del paciente de la migraña: Mediante técnicas de respiración, tacto y atención el cliente aprende a soltar los esfuerzos y las tensiones generados por el estrés corporal y anímico. Mejora el flujo sanguíneo, sube su nivel energético, y se reduce la sensibilidad hacia el dolor.
  2. Trabajo con la hipersensibilidad craneal: A medida que el paciente recupera la capacidad de relajarse y respirar con profundidad, se trabaja sobre los puntos hipersensibles en el cráneo, frente y alrededor del ojo afectado. Este trabajo suele resultar bastante doloroso, dado que se tocan puntos que generan un dolor similar al de la migraña. Sin embargo, el paciente aprende a relajarse con el dolor, con lo cual el cuerpo consigue desensibilizar las zonas afectadas.
Qué resultados caben esperar?

La migraña es una condición crónica. El cuerpo del paciente se ha habituado a lo largo de los años al sufrimiento de la migraña, creando todo un conjunto de esfuerzos y tensiones que en parte sostienen el sufrimiento de la migraña y dificultan la recuperación. Por tanto, el tiempo necesario para dejar de sufrir migrañas variará mucho en función de la persona: su situación personal, su capacidad de recuperación física, y su capacidad de aplicar lo aprendido en su vida cotidiana.

Aun así, podemos constatar una mejora de la condición en casi la totalidad de los pacientes tras 4 sesiones consecutivas. Esta mejora se observa como una reducción de la frecuencia, de la intensidad, y de la duración de los ataques de migraña.

Para dejar de sufrir migrañas, estas 4 sesiones pueden ser suficientes para un 60% de los pacientes, llegando a controlar los ataques de migraña.

Otro 25% de los pacientes requerirá una segunda tanda de 4 sesiones al cabo de 2 o 3 meses, y posiblemente una tercera tanda al cabo de otro período similar.

Para el restante 15% de los pacientes, el aprendizaje para dejar de sufrir de la migraña requerirá un proceso de recuperación continuado que puede durar de 6 a 12 meses.

 

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