En nuestro día a día nos relacionamos de una manera muy específica con nuestro entorno: Estamos metidos en nuestras vidas, con todas las obligaciones, tensiones, miedos, inseguridades, alegrías, placeres y deseos, y desde aquí, repetimos muchas situaciones y experiencias: Tenemos una manera de pensar, de hablar, de relacionarnos con gente – en definitiva: sabemos, que somos de una manera determinada, y esta manera nos permite realizar ciertos proyectos – e impide realizar otros tantos.

Esta manera de ser, es en gran parte un set de comportamientos, convicciones y estructuras que hemos aprendido a lo largo de nuestra vida: Imitando a nuestros padres y profesores, aprendiendo de la mano del dolor y del miedo para no repetir experiencias desagradables, condicionados por situaciones traumáticas (abusos, accidentes).

Cuanto más nos entrenamos en ser de una manera determinada, más nos costará cambiar esta manera de ser.

Sin embargo, no perdemos nunca la posibilidad de aprender: de prestar atención a quién somos, de descubrir qué queremos y que no queremos, a ser curiosos por lo que la vida nos puede ofrecer más allá de lo que conocemos hasta el momento.

En un proceso de aprendizaje según el Método Grinberg, enseño a llevar la atención al conjunto de experiencias que nos llevan a ser de una manera determinada.

Para ello, necesitamos más que solamente entender: Tenemos sensaciones y recuerdos emocionales, percibimos miedo, frío, calor, amor, repulsa, excitación, rabia y bienestar; queremos a alguien o algo más allá de nuestra lógica, somos sensuales, sexuales; necesitamos percibir claramente toda la combinación de nuestra forma de ser.

A partir de aquí, podemos decidir dejar de repetir las maneras de ser que nos condicionan, soltando lo que conocemos, para realizar los cambios que nos permiten vivir nuestra vida de acuerdo con nuestra voluntad.

 

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